El próximo gobernante tendrá un par
de tareas difíciles, que de no cumplirse, llegaremos al estado fallido. Una es la disminución del pesado aparato
burocrático. Con sólo hacer esto, se reduce la corrupción, porque
ambas cosas van juntas. O sea, mucha burocracia genera corrupción y
desorden administrativo. La segunda tarea es cortar los vínculos del
aparato público con el crimen organizado. Las organizaciones
delictivas han desarrollado conexiones importantes con los tomadores
de decisiones estatales y empresariales. Estos se han vuelto rehenes
de las bandas delictivas. El resultado es caos, delincuencia y tasas
de homicidios que resultan inexplicables para un país que (todavía)
no es estado fallido. Resolver el problema atacando síntomas, es
empeorarlo. Si quien asume la presidencia está comprometido con el
crimen organizado, pues nos tocará desaparecer como estado o ser
intervenidos militarmente.
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