jueves, 8 de noviembre de 2012

AVENTURA EUROPEA

Soñé que estaba en España en una especie de viaje turístico. Llegamos a una casa que parecía como el ambiente pueblerino hondureño de los años 70. La gente nos recibió bastante entusiasmada; extraño porque los españoles tienen fama de fríos y distantes. La verdad, no lo sé, los pocos que he conocido no son así. Unas primas me acompañaban, creo que hasta yo mismo me pregunté en el sueño cómo había llegado hasta Europa. Luego nos despedimos de la gente de la casa, que tampoco sé quiénes eran, sólo recuerdo a un señor algo viejo. De repente me di cuenta que esa era una oportunidad única y que una vez de vuelta en Honduras, ya no iba a conocer más de España, así que le pedí al señor que me dejara ver el patio. Al entrar noté un ambiente muy limpio y mucha tierra cultivada y parcelada. Oí ladridos de perros. Le pregunté al señor si mordían, me dijo que tuviera cuidado. Como no aguantaba la curiosidad, tomé el riesgo y seguí explorando. En realidad no era un mundo muy europeo, era más como la Comayagua de hace tres décadas, sólo que bastante limpia y ordenada. Seguí curioseando mientras los perros andaban por ahí amenazantes. Llegué al límite del solar y al otro lado logré ver el mar, la playa; un poco más lejos, barcos. Quería saltarme el cerco para llegar a la playa, pero me iba a meter a problemas. Tenía que regresar porque mis primas estaban esperando y ya tenía ratos de andar dando vueltas. Salí por otro lado a la calle y me dirigí a la casa. Había que caminar varias cuadras, era más lejos de lo que pensaba. Mientras caminaba, pensaba que definitivamente ya no iba a regresar a Honduras, aunque eso significara quedarme ilegalmente en el país. Me sentía fascinado por el ambiente callejero tan relajado. Cuando llegué a la casa, las chicas se habían ido, aparentemente enojadas. Volví a entrar a la casa, esta vez era un ambiente algo sucio. De algún modo volví a aparecer en el patio, ahora había un gran perro de raza, esbelto y enojado, persiguiéndome. Vi una especie de caseta con puerta de vidrio, dudé si entrar, el perro venía, me metí a la caseta y logré cerrar la puerta de cristal. El perro ladraba y trataba de botar la puerta. Después de un rato en eso, decidí abrir. Ya no era un perro, era un guardia civil con uniforme verde claro y una navaja en la mano izquierda. No sé por qué en la izquierda. Forcejeamos un poco. Pensaba que ya no iba a encontrar a mis primas que eran las únicas que sabían a dónde ir y qué hacer. Todo había quedado atrás y estaba en un nuevo mundo, completamente solo.